sábado, 1 de enero de 2011

Año Nuevo


Cada vez que se termina un año y comienza uno nuevo, la mayoría de la gente realiza una suerte de examen de conciencia analizando, balanceando las experiencias sumadas a lo largo de ese año que llegó a su última etapa. Supongo que es un modo particular de retrotraerse a los momentos felices, plenos y libres, a los que lógicamente se le restan los tiempos difíciles, por no decir tristes o angustiantes.
Intento colocarme en esa posición de árbitro de mi propia vida a lo largo de un período de doce meses y la verdad es que no logro hacer el “balance”, por ende no obtengo saldo ni positivo ni negativo. Siempre he tenido el defecto de ser una persona por demás subjetiva, atada a mis sentimientos y éstos no me permiten osar de una actitud objetiva, por llamarlo de algún modo.
Sin embargo, sé que si hay algo que puedo decir es que me sentí y me siento viva. Me encuentro colmada de ideas, proyectos, sueños y ganas de trabajar en pos de concretar esos anhelos que tanto me desvelan; y en esos planes, voy recorriendo rutas, buscando el horizonte como excusa para caminar. Y es precisamente en esas rutas en las que me encuentro con otros como yo, que tienen proyectos también y están dispuestos a luchar por ellos, a veces caminamos juntos por mucho rato encantados con la idea fugaz de creer que no existe fuerza posible que separe nuestra caminata y a veces el encuentro es tan efímero que no pasa de ser un simple reconocimiento de rostros soñadores. Pero así descubrí nuevas sensaciones… Descubrí que nada se compara a una mirada profunda y llena, que se sostiene sola y da la pauta de que el amor no es una idea; así como también me percaté de que no existe nada más placentero que el abrazo sincero de un amigo en los momentos en los una quiere romper el mundo a cadenazos; me asombré de encontrar placer en música que antes no me despertaba ni un solo minuto de atención, y me asombró aún más mi falta de temor a la hora de encarar viajes que me llevaran lejos de mi hogar y de mis amigos, arriesgándome en ciudades desconocidas pero que se fueron poblando con rostros nuevos que despejaron todas mis dudas en esas calles anónimas; encontré más de un amigo por arriesgarme; sentí nuevas letras de la mano de autores que ignoraba por completo; me animé a pensarme dentro del mundo de la literatura, siguiendo las ganas que hasta ahora traía reprimidas de estudiar lo que es mi pasión desde que era una niña.

Sería muy limitado de mi parte llamar “balance” a estas reflexiones, de hecho, nunca me lleve bien con los términos contables y sus derivados numéricos… Me gusta pensar que son, más bien una suerte de agradecimiento a quienes para bien o para mal, dejaron marcas en la ruta que compartieron conmigo. Después de todo, el olvido nunca es una posibilidad viable para mí ya que cada huella es un momento digno de volver a pasar por el corazón. Y todo tipo de sentir denota que una está viva, que aún siente, que aún es y aún continua caminando en pos de aquél horizonte que sirve como excelente excusa para relacionarse con otros y con el mundo mismo, aprendiendo que el sentido de los días, de los meses, de los años está en el exquisito sabor de sentirse (y hasta saberse) libre y repleto de vida…

No hay comentarios:

Publicar un comentario