miércoles, 21 de abril de 2010

Te invito a este mundo


En un día como el de hoy, con un enorme cielo azul y miles de rayos de sol bañándonos la ropa, junto algunos pedazos de cartón y empiezo, poco a poco a armar una casa pequeña. La lleno con piedras de distintos tamaños y colores e imagino que están en el borde, entre el mar y la tierra mientras dibujan formas con la arena que se cuela entre los filos y con un horizonte distante, eterno que nos animamos a mirar. El mar nos llena la mirada, nos tiñe los ojos. En este mundo todo puede pasar.

Busco también un poco de hojas, pasto y flores para así llenar de colores un mundo que parece seco y frío. No pretendo que sea perfecto, sólo quiero que lo disfrutes conmigo. También puedo hacer que caiga un poco de agua y así sentiríamos el aroma de la lluvia recién caída sobre un bosque mientras caminamos entre árboles profundos, y algunas montañas que puse para sentir la altura y así poder mirar desde lo más alto.

Pero si nada de esto te gusta, puedo sacar un poco de arena del fondo de mi casa y llenar completamente los espacios de cartón con ella, armo unas cuantas pirámides con piedras y podemos deslizarnos por los médanos de arena con una alfombra mágica, disfrutando del desierto. Y por las noches, podemos acostarnos en la arena helada, si nos da frío, un fuego podemos pintar con unos cuantos colores que el sol nos puede prestar y así mirar para arriba hasta quedar dormidos. Una vez me dijeron que no hay mejor noche que la del desierto.

Sin embargo, nos pueden dar ganas de volar. Bueno, cuando te invité a entra conmigo a este mundo paralelo, te aseguré que íbamos a poder hacer todo lo que quisiéramos. Entonces, si nos dan ganas de volar puedo intentar armar alas, prometo no hacerlas de cera así no nos pasa lo que le pasó a Icaro. Puedo coserlas con tela, o crearlas con papel para que te queden por el resto del tiempo, para cuando quieras volver. Pero si no puedo hacerte alas, puedo llamar a un par de amigas que cuentan con un corcel blanco, y con él cabalgan entre las nubes. Yo las llamo Walkirias, vos podés elegir como llamarlas. Ellas nos pueden montar y llevarnos a pasear una noche completa. Nos pueden mostrar el Valhala, mientras riegan con cerveza los campos de los dioses.

Te invito a este mundo que podemos crear mientras escuchamos canciones alegres o tristes, o tal vez, intentando cantar. Podemos llenar con música el aire y eso si que lo vamos a disfrutar. Podemos hacer de este nuestro propio lugar. También podemos sentarnos a la orilla de un río, sobre piedras o sobre la arena misma de la orilla y charlar, contarnos nuestras historias, reír y también llorar.

Y si no nos alcanza el lugar, podemos irnos más allá. Alguna moto o auto, barco o avión nos podrá llevar, mientras miramos la ruta, el mar o un increíble cielo que parece recién terminadito de pintar.

Y por qué no llevar también algunos libros que nos regalen frases para recordar. Yo después prometo copiarlas en pedacitos de papel y guardarlos en un lugar seguro, dentro de este mundo al que nadie puede llegar. Ahí quedarán esas frases mágicas, cada vez que las necesites escuchar, con mi mano en la tuya y con risas detrás.

Sin embargo, te invito para que vos también me ayudes a crear este mundo. Te invito para que me acompañes, camines conmigo por senderos que no conozco y que veces, pueden dar miedo. Te invito para que me ayudes a mirar entre miles de cosas rebalsadas de luz, y veces en la más profunda oscuridad porque a veces no puedo y además, porque sola no quiero mirar.

Hoy te invito a vos, mañana podemos ser muchos más. Sabés que podés traer a quién quieras, la única cosa que te pido es que los que vengan, tienen que tener ganas de soñar, de imaginar y de crear. Y te invito porque se que te va a gustar desafiar al cielo, a la tierra, a la luz y a la oscuridad. Te invito a vos porque sé que comprendes que acá no hay razones puras ni imperativos para actuar, vos sabés que el único límite que propongo es todo aquello que podemos imaginar.

viernes, 2 de abril de 2010

Miradas... y no mirar


Si me mirás, tengo que caer en la realidad de que ya no camino... Siento que vuelo por nubes de papel de cigarrillo. Teniendo frente a mí un par de ojos claros, profundos con una tierna vergüenza que hace que vuelvas hacia atrás y sonrías hace que mi día se convierta en algo diferente, en otra cosa. Ya no es un día, ya no son horas, sólo golpazos alocados en el pecho, largas horas de desvelo mientras añoro con lágrimas abrazos ausentes. Tal vez tus ojos podrían regalarme un poco de paz. Quizás tendría una nueva razón para soñar y pensar que no todo está tan perdido y que todavía se puede amar. Capaz tenga una nueva posibilidad de llegar a la felicidad...

O quizás no. Quizás ni siquiera te des cuenta de que existo, quizás nunca te detengas a mirarme seguro y con ganas de seguir mirando. Tal vez mis sueños son los espejismos que me inspiran a seguir caminando en este desierto de soledad, buscando a gritos un pozo de agua fresca que me devuelva la cordura y tantas otra cosas que tuve que dejar atrás.

Hasta hace unas semanas, me sentí sucia. Llena de culpa, con un montón de jueces que me señalaban con el índice y gritaban desde todos los rincones que tenía que hacerme cargo de las decisiones que tomaba. Y así lo hice... Pero, agregó un par de condimentos más. Por lógicos motivos, asumo mis errores y culpas. Sin embargo, recuerdo que no soy la única que jugaba la partida sino que enfrente estaba aquel flaco pálido, de ojos marrones intensos pero ya a estas alturas apagados por la máscara que los esconde.
Frente a él, perdí miles de batallas. Sangré litros completos con cada mirada, con cada daga certeramente enterrada en un punto estratégico de mi alma.
Pero la guerra parece darme un poco más de calma... Yo jamás usé la máscara! Siempre fui al frente, con mi espada al brazo y mi alma dirigiendo mis acciones. El flaco no pudo. Se rindió frente a las luces brillantes de la noche y esa máscara le sirve para creerse que al menos puede ser feliz.
Hoy me siento plenamente libre. Ya no siento culpas ni suciedades atoradas en los resquicios de mis sentires más profundos. Cumplí mi más enorme condena: logré aceptar que soy humana, que puedo equivocarme y que soy mucho más que una consecuencia del alcohol. Por eso me animo a desafiarte y mirarte a la cara a ver si podés mostrarme los ojos... De hecho, no podés!

Por eso, hoy si me animo a mirar otro ojos que sí me miran fijo, me sonríen y no pretenden mucho más que mirar... No se sabe que pasará, pero yo tengo ganas de probar!