lunes, 5 de octubre de 2009

¡No entienden nada!


Parece mentira, pero son pocas las personas que entienden lo hermoso que es mirar al sol caer, disfrutando de un cielo que va pasando por distintas gamas de colores, empezando en azul, para luego ir tiñiéndose de un naranja rojizo que brinda una sensación, la de que se prende fuego el horizonte... Y es así, todo es tan inflamable al momento del atardecer. Se prende fuego el alma, que salta mientras ve el espectáculo.
Y cuando todo se convierte en un negro espeso, aparece la noche que prende sus millones y millones de pequeñas lucecitas. ¿Y cuántos somos los que nos detenemos a contemplarlas? Algunos han olvidado levantar la cabeza y ser un poco felices...
Son muchos los que nunca se desconectan del mundo frívolo y ruidoso, lleno de locura y paranoia, pensando que ahí encuentran calma. O que allí van a a sentirse acompañados y en paz. No corresponde juzgarlos, y a decir verdad, tampoco me interesa, ya que estoy segura que por más de que uno los invite a mirar un poco más allá de un televisor o de un monitor de computadora, no entenderían nada de lo que sucede precisamente porque no lo sienten. Y porque eligen, día a día, mantenerse conectados a ese estilo de vida que llena con cosas materiales, que invita a disfrutar a lugares repletos de gente pero que nunca hay un verdadero dialogo para conocer al otro, o sea, lleno de gente que no se comunica.

Tal vez la que está equivocada o la que no entiende soy yo. Y seguramente así lo sea, porque por algo todo el mundo hace lo contrario a lo que me hace sentir felicidad. Sin embargo, me crucé con gente que me devuelve la mirada sincera y me demuestra que no estoy tan fuera de lugar. Sino que habla, siente, vuela, juega, se ríe y hace locuras coherentes que dan felicidad. Y así nos encontramos y compartimos, siempre pensando que lo mejor que nos puede pasar es escapar del mundo, irnos por ahí, no importa a dónde, sino lo que importa es ir... Y nadie lo entiende.
Entendiendo un poco o nada, la verdad es que no lo sé, me siento feliz no estando en éstos pisos fríos, duros, bañados por luces artificiales y que impiden que miremos un poco más arriba. Nos quieren acostumbrar a que miremos hacía abajo, y con miedo. Caminar inseguros, especulando con que algo malo siempre puede pasar. No nos confundamos, tenemos que aprender a mirar otra vez, a caminar con libertad, sintiendo un poco más.
Equivocada o no, sé que mirar hacia abajo no me da una sensación de felicidad. Y por eso me juego la vida con las ganas de enseñar / ayudar a otros, como me inspiró un gran autor uruguayo, a mirar más allá...

La belleza más perfecta se encuentra en aquellas pequeñas cosas que nos hacen saltar el alma. Sería bueno dejarnos sorprender un poco más, para así entender el porqué del ruido que produce el sentirse feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario