jueves, 1 de octubre de 2009

El hombrecito

Sucedió un jueves, mientras realizaba una compra. Me sorprendió la mañana fresca y por eso decidí salir abrigada. No esperaba encontrarme con el calor fulminante de una sonrisa, pero así pasó.
Estábamos los dos esperando, él a sus padres; yo a mi hermano. Se sentó frente a mí y no dejaba de mirarme. Me sorprendieron sus ojos color marrón oscuro, profundos y brillosos que parecías sacados del sol mismo. No pude evitar notar que sus piernitas no llegaban al suelo cuando estaba sentado. Habrá contado unos cinco años, pero entendía la vida mucho mejor que muchas de las personas que nos rodeaban en aquél gran negocio.
Su mamá estaba ocupada, entonces para entretener a Néstor, mi hombrecito, le dió su teléfono celular. Él se paseaba mientras jugaba a hablar por teléfono seriamente (cómo los grandes) y a todos les decía que no lo llamen más, que él estaba "mirando el partido", haciendo referencia a los seis televisores que teníamos en frente con un partido de fútbol.
En un momento, se sentó frente a mí con una seriedad implacable. Me miró detenidamente y con una sonrisa estruendosa, me pidió mi número de teléfono, asegurando que él si iba a llamarme. No pude evitar la emoción y la sonrisa. El pequeño Néstor no escuchaba a nadie, a pesar de su madre lo regañara cada cinco minutos. Él era feliz mirando la televisión y no dándole importancia a los precios que estaban bajo los aparatos. Escuchaba música y bailaba sin mirar a nadie. Creo que nadie entendería lo que yo sentía al ver a ese hombrecito de ojos luminosos, es más, tampoco sabría explicarlo. Sólo supe que me alegró el día con su sonrisa, con esa sinceridad implacable de "estar ocupado" mientras bailaba entre la gente grande, ocupada y aburrida. Definitivamente, no entendemos nada si no sentimos nada al ver semejante alma en vuelo...
Me regaló su sonrisa, me alegró el día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario