lunes, 7 de septiembre de 2009

Bocanadas de Aire.


Resulta increíble caer en la cuenta de que cada vez que respiro vas calando más hondo dentro de mí. Ahora soy consciente de que, con el tiempo, haz creado una especie de tejido nervioso que me invade por dentro y me descoloca en los días, que pasan lento, sin ganas de apurar.
Podría pedirte amablemente que te retires de mis recuerdos, de mi vida y de mis sueños pero sigo eligiendo no hacerlo. Mi preferencia sigue siendo pensarte, sentirte y dejar que me desordenes la vida a tu gusto porque sino fuera así, todo se tornaría aburrido y rutinario. Cada día sería exactamente igual al anterior. Y así es cómo mantengo viva a éste alma inquieta, que busca y se llena de vos, de tus miradas sinceras, de tus aromas persistentes, de nuestros días y nuestras noches, reflejando tus triunfos y mis derrotas.
Tomo aire de nuevo y descubro que no puedo sacarte. Es que ya hace años que formas parte de mí. Desde aquella tarde alocada en una terraza, acompañados por un atardecer espléndido de octubre, sosteniéndonos el uno al otro para no caernos, es que siento que somos uno.
Y así es cómo pienso / siento cuán profundo, cuán inmenso es esto. Hasta que punto nos atraviesa el amor, que nos permite sentirnos en otro cuerpo, y a su vez, sentir otro en el cuerpo propio. Es allí dónde se hace enorme, interminable porque se podrá ignorar por momentos, pero no se puede olvidar semejante sensación.
Que equivocada que estaba, que estupidez de mi parte fue el suponer que podía olvidar. Dejé de ser sincera conmigo misma y con los demás, obligándome, engañándome para evitar el dolor… Por eso es que hoy merezco cada lágrima derramada en tu nombre, y ésta culpa como consecuencia de los errores que yo misma cometí es mi dulce castigo. Dejo que mi vida pase una y otra vez en días fríos, y me da un revés. Me completa con tu ausencia más que presente, y desborda por completo cada atardecer con los recuerdos de aquella tarde en la que encontramos una certeza, quiebra mis noches con tus espacios vacíos, dibujando siluetas imaginarias y me abrazo a ella, me refugio en mi propia mentira. Los días de lluvia se impregnan de los rastros de la noche cálida en que dejamos de ser dos, y empezamos a ser uno, uniendo todos nuestros puntos.
Respiro una vez más y te encuentro en mí. Por más vueltas que le dé a éste asunto, olvidar ha significado ignorar que me constituís, que estás en cada fibra, en cada latido, en cada lágrima y en cada sonrisa. Y la verdad es que ya no tengo ganas de ser ignorante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario