miércoles, 20 de octubre de 2010

No hay que entender

El cielo se puso gris de golpe. Ya lo habían pronosticado en el noticiero de la mañana, pero a veces, el clima muestra sus facetas más rebeldes y no le hace nada de caso a los humanos anuncios. Sin embargo, todos esperábamos esa “leve lluvia aislada” que los periodistas osaron informar.
Pero la tarde del miércoles 6 de octubre no quería ser tan solo una lluviecita cualquiera. Y fue tal vez por el simple capricho o por las enormes sedes de la tierra, que se levantaba enojada cuando el viento la hacía bailar, que la señora protagonista demoró su llegada.
Primero se encargó de preparar el escenario, tiñendo al sol de gris y llenando el aire con un viento frío, helado con olor a agua que invadía los poros. Pero entre tantos preparativos, la tierra se cansaba de esperar. El viento la sacudía y ella, de muy mal humor, nos golpeaba la cara…
Pero no fue tanta la espera. Luego de unos minutos de ventolera violenta, las primeras gotas empezaron a caer. Y yo las escuché, mientras caminaba bajo el techo de chapa del depósito y sentía que tenían ganas de ser cada vez más. Llego un momento en el ya no se escuchaba otra cosa que el choque brusco entre las gotas y las chapas, ya no se distinguía una de la otra y el ambiente de llenó de la música que la lluvia regalaba, con su ritmo bravo y a destiempo pero siempre constante.
Y la noche llegó como invitada de honor. Se reunieron ambas y pasaron juntas las horas. Se desvelaron y recién se separaron cuando el día empezó a mostrar sus primeras luces. El cielo parecía un lienzo recién pintado, un celeste profundo, sin manchas, intacto y el sol se despertó contento, tenía ganas de calentar la tierra y llenar con sus rayos el aire. La tierra también despertó diferente. Lejos quedó su enojo y se mostraba sonriente, llena de colores… Supo saciar su sed y parecía agradecida, por eso hizo florecer a todas las brotes que crecen en ella.
Y yo, que me levanté enojada por tener que trabajar, no pude retener mucho tiempo el enojo… Paraná amaneció limpia. El aire estaba nuevo y lleno de colores. Me vi caminando por la plaza, yendo feliz a trabajar, pensando que no hay espectáculo más increíble que la naturaleza misma; me regaló una noche de lluvia y un amanecer lleno de colores.
Después dicen que la Pachamama no hace milagros...

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